1.1.06

TUAPELLE



La piel, página de papel para escribir caricias.
La piel, partitura para interpretar la música de los besos.
La necesidad del otro surge del propio yo, de su identidad y de su complementariedad.
La piel, lo que une y lo que separa, el límite físico del ser. Lo que posibilita el abrazo, lo que hace que estemos cerca, incluso íntimamente unidos; o lo que pone barreras y diferencia el espacio que ocupamos.
La bolsa que contiene la materia que nos vive y que poblamos, la esencia que nos mueve. La superficie eterna que poseemos cada día, millones de kilómetros de poros y folículos que convierten nuestro cuerpo en valles y llanuras, en bosques y desoladas planicies; pero sobre todo en el espacio cóncavo-convexo, vacío que completa la energía en su breve unión, el yin y el yan.
Lo que se convierte en canon de belleza o de repulsa según tengamos el día, la época, el espejo o la compañía.
Tu piel, la piel del otro, que es más mía, más nuestra porque la complementa en su esencia y en su disfrute. El placer, la calidez, la ternura, la tranquilidad que proporciona a todo ser humano sentir cerca a otro cuerpo humano.
La piel que miro, que toco, que disfruto o que sufro ( sobre todo por su ausencia) no es la mía (que siempre va conmigo); es la del otro, la que crea el vacío.
Tú, que eres el otro, que eres la otra: tuapelle.
El celofán biológico, transparente y bello, que nos protege, que evita que nos desbordemos, que nuestra agua salada, de besos y lágrimas, se desparrame.

©Ángela Ibáñez

TUAPELLE
Texto para la exposición "Tuapelle" de Ángela Ibáñez
en el Otoñó Fotográfico de Huesca. 2003

Imagen:
Cuerponube ©Ángela Ibáñez

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