1.8.09

UNA GRULLA EN LA TAZA DE TÉ


UNA GRULLA EN LA TAZA DE TÉ
Pero, ¿qué significado puede tener, para unas violetas, «encontrarse» y «conocerse»? Yasunari Kawabata

La porcelana, blanca y dulce, suave decorado para la acuosa fragilidad de unos ojos. Estampada en una esbelta procacidad que remata y eleva el verso y la palabra.
Las mil y unas posibilidades de la sugerencia, la asociación de imágenes plásticas y bellas, directa o subliminalmente provocativas, tremendamente eróticas, jugando con los brazos, y, entre las manos, con el idioma.
Ana Rossetti y todas las Anas que hay detrás, con las historias que vive, que inicia y que desliza como copos de nieve que se funden en nuevas historias o en otras de distinta esencia.
Poema o decorado mágico de sensualidad y perfumes, humanos o vegetales, y simple o jugosamente animales. Bestiarios de espejos repetidos por la especie propia, multiplicados en todas las facetas biseladas del placer.
El poema inacabado por inalcanzable, la redondez del cierre que completa en las mil facetas de su lectura.
Desde la pasión de escribir y vivir, pasando por la sensualidad que se decanta en la palabra, sea tinta impresa o blancos vacíos hasta el equilibrio armónico del espacio que crea el pensamiento. Ana Rossetti edifica una arquitectura de palabras que son sucesos, heridas que crecen hacia la noche de la mente, construyendo una ciudad acristalada para los sentidos. Urbe que lanza destellos cómplices hacia los semáforos, apagados o encendidos, del sexo; que son a la postre los que regulan la circulación y el transito humano por la vida, pista disparada de la existencia.
En este invernadero, ciudad jardín, se recrean y florecen los sentidos, al ritmo de una música olorosa que invade y llega a todos los rincones. El vaporde esta atmósfera caliente y cerrada se condensa llenando de humedad la piel, del papel en blanco, que cobra toda su intensidad al poblarse del vello de las letras.
Con el seco latir de las sienes se neutraliza el exceso que drena el verbo en su invasión táctil de la materia del humo.
La bruma equilibra la pugna de los estados, la disolución del agua en el aire, el peso específico que desaloja el ser en su expresión verbal.
Ana mantiene esa tensión constante que atrae y sostiene el equilibrio efímero e inconstante de la lectura. Gozando con el placer en su sentido más oriental y total del término, que siempre vuelve a ser inicio e iniciático.
Lo que escribe y lo que se adivina capta y atrapa con la misma sugestión que Yasunari Kawabata reflejó en su envolvente brisa de la palabra de manera especial en su obra Una grulla en la taza de té. El desarrollo de una ceremonia estética de los sentidos, el gusto que matiza el sabor de lo que mana entre líneas, la vista que completa el decorado poniendo bastidores a lo que existe,
el tacto que viste la piel de todas las caricias.
Todo un cántico, interpretado por esta mujer que cree en la primavera. En mayo florecía, frágil en una estación de soles polvorienta, entre dama renacentista y aguerrida pionera africana, envuelta en fresco lino, crudo en tono y resplandor.
Entre lanza que afrenta y flor que deshoja, caída en perfumes nuevos para cualquier deleite, se mantiene un juego, un duelo inerte entre su risa descarada y el suspiro entrecortado, que sube el ritmo y despeña las sílabas mientras que trepa al alba —sola o en compañía— entre las manos. Esta mujer, Ana Rossetti, palabra, verso, pura osadía.

ÁNGELA IBÁÑEZ

Ana Rossetti. Poesía en el Campus 14

Universidad de Zaragoza. 1991

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